mi mala educación



Fui educado en un colegio católico. Nunca me gustó estar ahí; es más, lo detestaba con todas mis ganas. No comulgaba con las ideas de los curas. Para ser más exactos: no comulgaba. Me caían mal los salesianos, empezando por aquél padre que mientras daba la misa obligatoria antes de entrar a clases, hablaba sobre un único tema: la masturbación. Para ilustrarnos mejor, un buen día hizo pasar a un alumno para que diera su testimonio. Había podido pasar un mes sin masturbarse, dijo ante toda la secundaria. También ante los acólitos. Era una cosa de risa. Yo aplaudí. Parecía que todos estábamos obsesionándonos al lado del cura con el tema. Los confesionarios estaban llenos. Incluso donde atendía un sacerdote italiano que siempre tenía un terrible aliento a embutido que traspasaba la celosilla. Supongo que se los desayunaba. Esos años me orillaron primero a un ateísmo de postura, hasta la espiritualidad sin iglesia que hoy profeso. Aun así, no soy ajeno a los eventos religiosos. Este mes se celebra el mes del rosario y las señoras y señores piadosos se disponen a visitar el Templo de Santo Domingo. El rosario lo ideó la iglesia para instruir a los legos. Funciona como una suerte de mantra, y aún hoy, convoca a los más sencillos, los representa. Embebido de una emoción que hace años no sentía, me uní a la peregrinación rumbo al templo de Santo Domingo en el centro de la ciudad. El casco histórico de Guatemala es una zona desolada; sólo la habitan fantasmas, burócratas e Iglesias, muchas, de todo tipo, en cada esquina. Y también los ladrones. Santo Domingo se encuentra justo a una cuadra de la línea del tren, donde las prostitutas hacen lo suyo en camastros colocados en minúsculas habitaciones que dan a la vía férrea. Afuera, señores, muchachos y niños hacen fila para entrar. Incluso alguna vez, creí ver entre la fila a aquél ignoto que confesó no haberse masturbado durante un mes. Pero durante octubre, hay mucho más folclore por ahí. Alrededor del templo están colocadas las ventas de comida, atendidas en su mayoría por travestidos. Normalmente, en Guatemala, los homosexuales de cualquier tipo son marginados; pero no en octubre, ni en las ferias. Atienden los puestos de comida, ataviados como alegres señoras campiranas que sirven garnachas, un plato parecido con exactitud a los sopes mexicanos. Logro sortear las aglomeraciones y entro al Templo. La fiesta continúa. El arreglo me parece barroco, bastante colorido y magnífico en general. Huele a incienso y a cera, de las velas que se queman por las penas de quien las encendió. Y vaya si hay muchas. Una extensa fila de cristianos se forma para subir hasta lo más alto del altar, barnizado con oro. Allí está la Virgen del rosario, una imagen que la muestra morena, el color estándar de quienes la visitan. En la fila uno encuentra todo tipo de gente. La mayoría pobre, pero en términos de mi abuela, limpia: hay que ser pobres pero limpitos, mijo lindo. Subo con ellos a ver a la Virgen. En ese espíritu de devoción hacia algo mucho mayor que nosotros, que nos abarca y sobrepasa, encuentro conforte. Sobre todo porque la imagen está hecha siguiendo la fisionomía de la mayoría de mis conciudadanos. Redondeados, bajitos y tan feos que abrimos una nueva escala de hermosura. Es como rezarle a alguien como yo, que comprende que tengo miedo de salir a la calle, de tomar un bus; que me duelen las balas y esta anegación de epitafios. Luego de haberme imbuido ciertas ideas luminosas, desciendo del altar, leyendo un extenso número de placas que recuerdan los favores hechos por la Virgen. Algunos son tan antiguos como el Templo. Abajo, hecho un vistazo a los cuadros de Zurbarán que están colgados sobre las columnas. Me gusta el juego de luces. Al salir siento el frío de la tarde. Engatusado por los aromas que desprenden las ollas llenas de aceite hirviendo, me siento a comer en uno de esos locales improvisados que ahogan la calle y la fluidez del tránsito. Un hombre con delantal, rimel y pintalabios me sirve una tortilla tostada con guacamol. Siento que Dios come a mi lado y se ríe a modo de mostrar la ausencia de dos de sus piezas dentales. Pago la cuenta y me voy de allí. Empieza a llover y no tengo paraguas. En estas épocas del año los huracanes hacen lo que quieren con nosotros.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Son alegres la ferias y las tradiciones. Hay una acojedora escencia en esas expresiones de flokolre!
Me recuerdan algo de la infancia!
Un puesto de tablas con un juego de tiro al blanco q cuando atinas suenan los tigres del norte q estan ahi en muñequitos,
mmmm! ricos los buñuelos, las tosdadas y el cafecito!
Pero seguro podria ser muchisimo mejor si la iglesia fuera un verdadero centro de creciemiento espiritual y no un ruina corrompida y abandonada!
Prado ha dicho que…
Cierto, yo también tiré con esas escopetas, esperando oír canciones de los tigres; y qué decir del futillo!!!
Con lo de la iglesia, no sé, se supone que iglesia somos todos, pero últimamente me parece que el clérigo pesa mucho más que lo laico y ese no era el plan, supongo. Mucho menos las violaciones de los niños en manos de sacerdotes...
Ana ha dicho que…
Hiciste un recorrido que me llevó a episodios que tenía en la memoria ahi dejados, gracias.

Me gustó mucho eso de -virgen, morena, el color estándar de quienes la visitan- recordé a la virgen de guadalupe que me queda cerquita y que lleva el color de aquellos indios que se trajeron como prueba y a quienes "evangelizaron" hace siglos... la iglesia siempre lleva interés en lo que mueve, siempre, de ahi el temor de dios, el apocalipsis, la omnipresencia y el castigo divino...una lástima pero no hay nada más poderoso que jugar con las debilidades de los demás.
Prado ha dicho que…
Esas representaciones de virgenes morenas son mis favoritas. La virgen es un dios fémina, aunque se le disfrace de otra cosa. Me gusta la idea de Dios-madre, me parece más acertada.
Javier Menéndez Llamazares ha dicho que…
Nunca he entendido el interés por erradicar el onanismo; ¿es mejor tener a una panda de adolescentes con las hormonas a flor de piel y presas de los nervios?
Buen blog, saludos.
Prado ha dicho que…
Hola Javier, bienvenido. Pues me parece que esa voluntad por la erradicación de tan sana práctica en la adolescencia, es una derivación de esa sublimación a la que someten los curas (en teoría) su vida sexual. Ahora bien, la sublimación es un intento de "elevar" el universo sexual al intelectual. Será eso posible? vamos, las cosas son: el sexo es sexo, no se le puede incluir en una estructura filosófica, no hay equiparación. Al menos no es visible para mí.
A ha dicho que…
Gran parte de las sucursales religiosas dedican grandes recursos para alejar a los creyentes del sexo en cualquier modalidad que no sea la fertilizacion de nuevos creyentitos.

Yo soy cristiana sin ser religiosa, las enseñanzas de Jesus no tienen nada que ver con esa represion enfermiza.

Gracias por compartir.
Beso vespertino.
A.

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