The absence like a good-bye
Los cielos despejados de enero nos parecían demasiado fríos y una estratagema nos propusimos: abandonar sin más aviso que nuestra ausencia esta ciudad hostil para las buenas intenciones. Y huimos —¿amor te acuerdas?— en un auto que no era nuestro y pasamos entre desiertos donde la arena nos hizo probar el sabor de la tierra, seca y sin frutos, hasta llegar a tierras más ubérrimas, donde las plantas nos antecedían en años. Una habitación en un hotel en tierra de ladrones de mar fue la que nos guardó esa noche y al día siguiente, cansados de tanto sexo salimos rumbo hacia la nada. Llegamos a una encrucijada donde giré hacia la derecha (siempre hago lo mismo) y nos encontramos, sin quererlo, ni presentirlo, ni planificarlo, en la obscenidad de una playa desnuda, donde entre el agua, nos reíamos de todo, como si en realidad las cosas y la gente que conocíamos fueran parte de una estúpida comedia: los asesinos, los ladrones, los funcionarios públicos borrachos de negligencia, y nosotros, el único público cuerdo y con posibilidades de abandonar la función. Hasta que cayó el sol y regresamos a nuestra habitación, donde nos volvimos a cubrir con las mismas sábanas que todavía olían a nuestras caricias.
Comentarios
no soy ana.