A place to bury strangers

Una calle densa, cuando la noche le lame las aceras. Estábamos los cuatro en el auto con esta canción a tope sonando, porque me recuerda que en las sombras de mis sombras, se pasea con la sonrisa desenvainada un fantasma, y que yo siento su filo metálico contra mi cuello, a pesar de que juro haberlo vuelto cenizas. Y mientras el semáforo daba verde, un travesti enorme, monumental, con unas piernas largas y descubiertas salió de una esquina hacia el auto. Pensé que nos mataría, pensé que subiría al capó del auto con sus tacones asesinos y los incrustaría en el vidrio y esa noche cenaría con Genghis Khan y sus huestes en el Hades, con Adolf, guapa, con el gran Marqués de Sade, pero lo que hizo aquella chica fue seguir el ritmo de la música en el auto y tomar el semáforo como un tubo y deslizarse sobre él, solo para nosotros, con una risa de ingenuidad y violencia, con sus piernas largas, con sus pestañas infinitas, aquella noche densa, que lamía las aceras con su oscuridad húmeda, Valquiria, sombra de mis sombras, cenizas que sopla la brisa. Fantasma.

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