Juez
Dos hombres se sientan frente a mi escritorio y ponen sobre él, un pliego de hojas llenas de fotos y de letras. Son los informes que pedí ocho días atrás. Sus enormes barrigas y sus camisas con los botones desabrochados hasta el esternón los delatan: son los policías. Se ríen. Conversan. Ponen sus gruesas manos sobre sus muslos para contrarrestar el peso de sus barrigas.
Con esos informes y con las otras pruebas que ya tenía, imprimí el escrito donde pediría al juez que me dejara entrar a la casa. Tenía puestos mis zapatos negros, vamos, todos saben que cuando los llevo es porque romperé alguna puerta. Ese día sería para rescatar a una niña de once años y a su hermana de quince de uno de los más grandes prostíbulos de la ciudad.
A los hombres les gustan tiernas, dice uno de los policías. Me cuenta que el otro día fue hacia Retalhuleu una ciudad del interior del país. Allí entró a un sitio donde fue a rescatar a mujeres encadenadas en las camas, donde las obligaban a coger con los clientes.
Estaban todas flacas, me dice. Me daban tanta tristeza, no comían, amarradas, con sus trajes típicos a los camastros. Pero qué se puede esperar de esos lugares, si hay algunos donde subastan vírgenes los primeros viernes de cada mes.
Les sirvo café. Lo beben como agua. Me tomo una pastilla de litio. Mi querido carbonato de litio.
Salen los policías en sus autos disfrazados de civil hacia quién sabe qué destino. Seguro nada bueno harán, quizá extorsionar a algún dueño de bar. Yo salgo hacia el juzgado.
Al llegar, una enorme fila de gente me espera. Me dispongo a aguardar por mi turno, para hablar con el juez y explicarle que necesitamos entrar al bar. Delante de mí, una señora luce todavía golpeada. Reparte su tiempo entre llorar y mecer a su hijo de brazos, mientras otra niña pequeña se prende de su pierna. Quisiera fumar. Quisiera encender un cigarro y apagármelo en el brazo izquierdo y despertar de una maldita vez.
Permanezco en silencio y continúo en la fila.
Oigo que la mujer ha sido golpeada por su marido. Atrás siguen una muchacha con sus padres. La abusaron. Recuerdo que es fin de mes. Que acaba de pasar un fin de semana largo. Que ser hombre es hacérselo saber al mundo con meados, semen y sangre.
La fila avanza.
Permanezco sin hablar. Cuando trabajas con el dolor ajeno, te empiezas a vaciar por dentro. Le dejas espacio al dolor, le permites habitarte. A mí me llena el dolor de doce niños abusados y veintidós niñas prostituidas. Son los casos que llevo investigados con solución. Los otros no me habitan, me succionan.
Conozco bien ese juzgado. Un abogado tomó a mi ex mujer por el brazo acá. Se la quiso llevar a la fuerza. También le quiso meter mano. Es un lindo sitio éste. Los policías uniformados chulean a las mujeres.
Trato de pensar en otra cosa. Trato de no pensar. Trato.
Entro a hablar con el juez. Es un tipo joven, con gafas a media nariz. Lleva puesta una camisa corinta bastante desgastada. Su pelo grasoso me hace pensar que hoy evadió el baño. Un tipo así te da una mala impresión hasta en una cantina. Ahora, es el Señor Juez y deberá resolver mi solicitud.
Le explico lo del bar, la niña, once años, quince años, la hermana. Urgente.
Se reclina en su silla y se mueve en semicírculos.
Me mira y me hace preguntas.
Las contesto todas: once años, quince años, prostitución, hondureñas. Bah.
Me dice que me permitirá entrar.
Ya de pie, me despido y abro la puerta. Antes de salir, el juez me dice: “ese lugar es lindo, hay buenas muchachas allí. Si encuentra algún amigo mío dentro, ahí se lo encargo”. Se ríe.
Trato de sonreír pero más bien me sale una mueca de asco.
Afuera, la señora golpeada, calma a su hijo de brazos y la muchacha abusada llora con su madre.
Es su turno de hablar con el juez. Les toca explicarle su dolor. Mientras que para mí, al salir a la calle, una invasión de aire, humo y ruido me recuerdan que es lunes. Un día cualquiera, que se repetirá hasta la saciedad.
Subo al auto y voy por las niñas. Sé que hoy tampoco podré dormir.
Comentarios
me ha encantado este texto.
por cierto..para que son las pastillas de litio?
Besos
Diana
Potente texto, intensidad en cada linea, gris... fatigado y conciente que habran muchos lunes, muchos lunes para llenarte de la desdicha de muchos y para ser succionado por la desdicha de miles.
Yo tengo mi teoria, mi teoria sobre Prado, no la puedo comprobar... no importa, solamente importa que aparezcan los post Prado.
Prado: mis respetos!
Te lo repito: no sé cómo lo soportas.
No sigo... ya se me nublaron los ojos.
Apapachos
Qué sigas mejor, Güichita. Un abrazo.
Muy agradecido, Fabrizio. De verdad. Un abrazo.
Gracias Nancy, se te quiere.
Hoy tengo puestos los zapatos. Subiré otro día la foto respectiva.
Los quiero.
Esta vez me alegra que no haya ninguna coma en discordia. Saludos.
beso
lu
Lindas fotografías en tu territorio. Abrazos recibidos, otros devuelta y multiplicados!
Aunque a veces cuando la realidad supera a la ficción, que es casi siempre, solo queda transcribirla, pero para eso también se requiere talento...
Saludos,
Gracias Patricia, un abrazo.
Gracias Lu, otro abrazo.
No podría decir si es ficción o no. Hace tiempo que no percibo la diferencia. Un abrazo App.
Gracias, queridísima Señora L. Me alegra poder leerle otra vez en todas sus presentaciones. Un gordo abrazo.
Si, es ficcionverdad, Engler. Gracias por leerme. Saludos.
me desperté en la madrugada y sólo me tranquilizó leerles. permiso, me voy a intentar dormir.
Un gusto leerlo.
Muchos saludos.
Mas vale que me vaya a desayunar. Ahora me es imposible volver a dormir.