El predicador

En ciertas noches de tránsito del domingo a lunes, las más silenciosas, las de la pereza, escucho el batir de las alas de los ángeles oscuros que vendrán por mí. Son como el ruido blanco de los televisores en el vacío. 
Al día siguiente, veo la ciudad como es. Sus calles llenas de muertos en cada esquina. No los enterramos, no había suficiente tierra para cubrirlos del frío, les dimos el olvido. 
Pero el estruendo de las esquelas en cada esquina. 
Camino entre muertos y sin embargo predico la vida. No le temo a la muerte, esta ciudad me hace vivir con ella.

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