Cirque du Soleil, Guatemala.

No soporté la tentación clasemediera y fui al Cirque du Soleil. Dos horas de fila rodeado de entes hegemónicos y un doble de Anthony Bourdain. El espectáculo inició con media hora de retraso. Por fortuna, abrieron con el número de los payasos. Luego, el show. Desde mi butaca, en las alturas, vi con detalle cómo el cuerpo del acróbata, del malabarista, está totalmente al servicio del mensaje. Esa capacidad que yo no tengo de decir cosas con cada músculo, de decirlas tan bien. Ellos interactúan con las leyes de la física de distinta manera, la gravedad y la inercia son sus páginas en blanco.
Aplausos a los artistas, en un Domo lleno y entusiasmado, con los oh y ah cada vez que alguien parecía estar a punto de caer. El único bache en ese viaje fue la música. Demasiado New Age hace daño. Luego uno sueña con Kitaro vendiendo gyros Yanni con marihuana en Colorado y despierta protestando contra la OEA coreando a Enya.

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