Bicicleta
Las oficinas de la corte están llenas. Son oscuras y no lo digo como una forma de decir tristes, sino como una manera de decir terribles. No tienen suficiente luz, no hay ventilación, no hay baños. Hay bancas de madera apolillada, colocadas sobre los pasillos mal iluminados por lámparas de luz blanca, lechosa, que se derrama sobre los presos, los deudores, los despedidos, los cesantes, los agrios demandantes. Hay diminutos cubículos sin sentido con torres monumentales de papeles. Hay cuatro ascensores donde la gente sardina se sube y huele a democracia. Un ciego que saca fotocopias, un café que sabe horrible, un sótano con una mazmorra. Estoy yo, a las tres con diez, del viernes, esperando una audiencia, con los audífonos puestos; mirando de reojo a las señoras canosas, con vestidos largos, zapatos sucios y manos ásperas que aguardan por sus hijos engrilletados. Ellos suben del sótano a sus audiencias, para que les den la cárcel o la muerte en una acera, lo que venga primero y hacerse los rudos ante los abrazos de sus madres, sus hermanos, sus primos, las novias con pantalones apretados. Miran con desafío a los fiscales, como yo, da igual, no escucho nada, sólo la música en los audífonos; y ésta, es una tarde terrible: todos los presos tienen madres. Todos lloran. En las bancas, cubriéndose de lágrimas y de leche de luz blanca sucia, como luz de matamoscas. Tengo ganas de pasearme en bicicleta. De volar una cometa una tarde de domingo sintiendo el olor a pasto. De pensar en cómo será el mundo, cuando todos seamos niños. Pero lo dejo para otro día. Es hora de la audiencia.
Comentarios
Beso!
Un abrazo...
saludos
Gracias ADOLX. un abrazo hasta España.
Buena onda Engler, gracias. Un abrazo.
Gracias Mario, ya sabes como es tribunales. Un abrazo.
Gracias Yuri, Saludos, un abrazo.