epílogo
La entrevista concluyó y Hermenegildo estaba cansado. Lo avanzado de su enfermedad le impedía contestar fluidamente a las preguntas del entrevistador. Cortaba las frases para buscar desesperadamente el aire y beber a pequeños sorbos el agua que la enfermera le daba. Rafael, el editor encargado de la entrevista, había sido paciente. Quizá en parte, por la deferencia que sentía hacia la imponente figura artística del maestro. Una vez terminada la entrevista, antes de abandonar la habitación, Rafael sacó de entre su maleta, dos hojas de papel y se las acercó a Hermenegildo a su lecho de enfermo. Y mientras lo hacía, temblaba, se sacudía. Hermenegildo le pidió a Rafael que se sentara, con aquella voz dócil con la que raras veces se le escuchaba dirigirse a alguien y examinó el documento; mientras su autor le explicaba que sería un honor, que aprobara lo escrito. Y es que no era para menos, se trataba de su necrología: el suscinto inventario de sus logros intelectuales, hecho público el día de su muerte, que por la enfermedad se hacía próximo. Hermenegildo terminó de leer el ensayo y pensó que no le hacía justicia. Honestamente, le pareció que era una mierda, pero no se lo mencionó a Rafael. Pero éste, al ver la impresión en el rostro del maestro, le ofreció una oportunidad inédita: que él mismo escribiera el artículo, sin que nadie se enterara. Y Hermenegildo aceptó. Escribió el ensayo. Por respeto a su arte, no se le editó ni una sola palabra, ni coma, ni punto. Y cuando se publicó, dos meses después de la entrevista, quienes lo leyeron pensaron que era un texto brillante, el mejor que se haya escrito en el diario. Pero también pensaron que era una verdadera lástima que la gente lo haya pasado por alto, abrumada por otra noticia: la victoria de la selección de fútbol dos a cero sobre la de Brasil.
Comentarios
PD Muy buena en serio esta ha sido de mi favorita .
saty
La vida es tan irónica. Pero sin muerte no hay vida ¿o sí?
Me gustó tu escrito, sobretodo el final. El fanatismo futbolero me resulta casi tan incomprensible como los misterios de la vida y la muerte!
Quillén, es que escribo para el final. Gran cita de Rojas. Yo tampoco entiendo ese misterio, ni quiero.
feliz navidad
un besote
lágrimas de mar
Besos