Bernabé Meléndez, en la defensa del español.

Bernabé Meléndez, culto hombre, doctorado en Derecho, ha decidido embarcarse en una empresa titánica: salvar al idioma español de la barbarie.
Para ello, como punto inicial, se propuso corregir toda falta ortográfica, sintáctica o gramatical que encontrase en su mundo cotidiano. 
Por consejo, abrió cuentas en redes sociales, donde publicaba listas de errores comunes para que la gente que las leyera apreciara la caridad y enmendara sus yerros.
Teniendo a la vista su éxito, cuyos réditos se medían en cientos de likes y retuits, Bernabé Meléndez decidió que estaba hecho para la épica. Entonces, usando sus mismas herramientas, decidió alertar a sus seguidores de toda aquella palabra cuya influencia fuera foránea a la patria de su buen español.
¡Oh, aquello era como colocar a mano limpia un dique en un río caudaloso! ¡Oh cuánta palabra deformada, como muchachos que arrastran la mitad del cuerpo, corroído por la sarna!
Bernabé Meléndez descubrió que el español estaba plagado de anglicismos, de americanismos bárbaros, de deudas con los griegos y latinos ¡qué cosa tan horrenda era todo aquello ahora que saltaba a su vista! ¡Dominicanos destruyendo el idioma!
La tarde de un viernes, mientras leía las etimologías de San Isidoro de Sevilla, Bernabé Meléndez, hombre culto de empresas heroicas, descubrió que no había palabra en el idioma que no hubiese sido deformada en el tiempo ya sea en su forma, ya en su significado; y que todas conservaban en sí mismas, raíces de otras lenguas.
Bernabé Meléndez, la tarde de un viernes, en su estudio lleno de libros de pasta dura, descubrió que lo único verdaderamente puro es el silencio; y entonces decidió abrazarlo.


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