Dejen que arda


dejen que arda                   
que se incendien
las esquinas de esta ciudad
plana como una hoja de pergamino

una llama azul saliendo
de manos de los niños
que crecen en la sombra

dejen que ardan
los campos de flores de sangre
el vientre de los lagos
la boca de los mares
los peces arrastrándose en la playa

dejen que mi amor se prenda
que se reduzca a cenizas
me comeré sus despojos
y luego, dejen que arda 

que me incendie 
que no quede parte de mi cuerpo
identificable a los ojos de mi madre

que se inflame la tierra 
que yo sea una mancha negra
un monumento al odio que profeso 
una carta de sangre debajo de la almohada 

dejen que nazca otra vida sobre mi muerte
otra lengua en mi boca moribunda

que sea la palabra que jamás se menciona 
como el nombre del padre de un niño bastardo  

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