Los nuevos sitios (Caminando por San José)
Al doblar la esquina, encontré un edificio lleno de luz, alto, con grandes ventanas de madera. Las cortinas se mecían con el viento. Caminé hacia él. La noche tomaba San José y en los negocios, las rejas caían. Letreros avisando que el sitio estaba cerrado me daban la cara por todas partes. Un bingo en un segundo nivel parecía ser la única señal de vida. No habían niños caminando. Muy poca gente. Nadie me veía.
Caminaba junto a Alex y Álvaro, los dos guatemaltecos con quienes visité San José. Encontramos una tienda de abarrotes y decidimos entrar. Era pequeña. Hicimos las compras. Yo tomé varios paquetes de granos con café cubiertos de chocolate y también una botella de salsa Lizano. Fui a pagar. Una cola como de seis personas me esperaba. Cinco cajas diminutas, atendían a los clientes. Cuando estaban libres, se encendía una luz. Era mi turno. Al encenderse la luz, una señora me gritó que pasara. Lo hacía agitando las manos. Yo la veía atónito. La invité a que pasara ella en mi lugar. La señora no contestó y se volvió a la fila un tanto preocupada. Esa fue mi primera experiencia en el super. La siguiente, fue gracias a una tarjeta de teléfono que compré para llamar a casa. Otra vez la cola y al llegar a la caja, un hombre salió a gritarme que pasara a la caja veinticinco.
Creo que gritar en la fila del super, es una especie de deporte en San José.
Es extraño. La gente en las calles se percibe tranquila. Pero tienen una manera un tanto tosca de decir las cosas. Hay muchas mujeres, jóvenes y guapas. Es cierto. Pero también es que no hay nada qué hacer allí. Dicen que hay mucha fiesta en San José, yo creo que es verdad. Es sólo que recorrí la mitad de la ciudad y no encontré más que pequeños bares semivacíos donde los cantineros a penas sabían decir los precios. Luego no te hablaban. San José me hacía sentir solo y perdido: la fiesta estaba en algún lado que se me escabulló por cinco noches consecutivas.
Para las siguientes salidas nocturnas se nos unió Ruth. Ella es canadiense y no habla ni una pizca de español. Serví de intérprete los últimos tres días. Fuimos a varios bares. Jugamos billar. La puse al tanto de cómo es Guatemala.
Hicimos otras cosas: el viernes, por ejemplo, fuimos a un concierto. Era en un parque,
En
La voz del viejo Aute inundaba el lago y el bosque y la noche con estrellas. Nos sentamos entre los árboles. Yo traducía la letra de la canción para Ruth, esa misma que dice: presiento que tras la noche, vendrá la noche más larga, quiero que no me abandones, amor mío al alba…. Ruth dijo que podía sentir la canción aún y cuando no supiera la letra. Le recordaba las canciones irlandesas. Su familia era de la isla.
Cuando terminó Aute nos fuimos a cenar. Tomamos otro taxi. Vi una hermosa iglesia gótica desde el taxi pero la cámara no funcionó con tan poca luz, así que perdí la foto. Nos bajamos en el parque central. Las luces de neón titilando, los vagos escarbando la basura, un mendigo recibiéndonos al bajar con la mano extendida y la mirada vidriosa. Es Latinoamérica. Hay que concentrarse para ver las otras cosas: los edificios, los pájaros, los pequeños sitios donde se abandona la tristeza. Esos, donde uno se sienta a soñar que las horas se mueren con café. Que las mujeres nos aman. Que los niños son felices al contarles cuentos. Esos, donde uno piensa que debería escribir, como si con ello uno pudiera querer y ser querido.
Pero sólo estaba abierto un restaurante, donde únicamente nos permitieron estar en la segunda planta. Allí bebimos una botella de vino sin corcho. Sudafricana.
Me gustaría conocer el África, para entender, por qué el hombre quiso moverse de los montes y poblar la tierra. Quizá encuentre ahí la misma respuesta que ahora: para sobrevivir. Es decir, poder soñar que en otro sitio uno puede ser distinto y tener una vida feliz.
Aunque en el fondo todos sepamos, hermanos míos, que la tristeza está en todas partes. Viene agregada a la conciencia de saber que en este mundo todo se acaba. Las personas, las cosas, los hijos, el amor.
Nos jodimos, que más da. Ahora sí, hagamos una fiesta.
Comentarios
p.d. los frijoles con salsa lizano son bien ricos!
La tristeza viaja con uno..
Saludos amigo Prado!
Un abrazo Maestro Prado. gracias por escribir nuevos post, son un regalo.
Las prisas con las que caminamos diariamente nos hacen en algunas ocasiones insensibles a los detalles cotidianos que podrian dejarnos mucha enseñanza...
He decidido aprender algo cada dia...
La tristeza es inevitable para sentirnos humanos de vez en cuando.
Beso
Y si las cosas no terminaran en este mundo...cómo dice Aute, qué terriblemente absurdo es estar vivo...
abrazodeencuentro
Saludos,