En busca de la felicidad navideña
Mi emisora de música clásica ha dejado la severidad de otros días y transmite música navideña. En el patio de mi oficina se escucha ensayar a la sección de vientos de la Sinfónica Juvenil de la Municipalidad. Ellos replican el espíritu navideño con melodías de la época. Estoy rodeado. Tengo que hacer algo para encontrar felicidad y paz, para después salir dando brincos cantando yinguel bels, yinguel bels, yinguel bels mientras agito mi cabeza o me volveré loco. Leo mis textos y no ayuda. Me dan tristeza. Leerme me hace llorar. Así que decido como primera estrategia deshacerme de esa voz narrativa que expone mi dolor en el blog como si fuera prostituta holandesa, y voy en busca de la felicidad. Pero ¿qué hace la gente para ser feliz? A ver. Busco en mi lista mental de recuerdos felices. Comer. La gente gordita es feliz dice mi abuela. Voy por una hamburguesa. Se supone que cuando el queso se derrite sobre la carne provoca una reacción química que da felicidad. Yo llevo casi tres meses siendo ovolactovegetariano la mayor parte del día. Pero vamos, una pequeña hamburguesa de dos mil calorías no me hará daño. Le doy las primeras mordidas. Me pregunto si la vaca fue feliz. La lechuga y el tomate se ven felices, tan coloridos. Pero la carne no. Tiene unas irregulares burbujas que le nacen. Una de esas burbujas es idéntica a mi jefe. Joder. Intento concentrarme para sentir el advenimiento de mi felicidad hamburguesera pero me interrumpen los gritos de un viejo. Habla con sus amigos. Parece una reunión del colegio promoción 1935. Grita algunas pendejadas acerca de un ingenio. Bah. Hamburguesas viejo, habla sobre hamburguesas. Creo que está sordo. La vejez es injusta. Uno va perdiendo el oído, la vista, los sentidos, incluso se te priva de tu vida sexual sin químicos. Debería ser a la inversa: hay tantas cosas que de joven no quise ver ni escuchar, y que ahora, ya más cerca del final de esta vida promedio podría asimilar adecuadamente. La vejez es entonces la negación de la experiencia: no tiene ningún sentido acumularla, sirve al final, sólo para morirse sonriendo en un hospital mientras una enfermera te lava el culo. Maldición, ese no es un pensamiento feliz. Mejor me voy de acá. Doy rápidos bocados a la hamburguesa, papas, trago de soda, hamburguesa, papas, trago de soda, tos. Mucha tos.
Salgo y me dirijo al café. Me siento en la barra, intento que nadie me reconozca. No quiero que nadie se entere que busco conseguir una sonrisa navideña. Pido el café de siempre: cuatro exquisitas onzas de expreso y un toque de leche que no le quita ni un céntimo ni del color ni de la densidad al petróleo que da vueltas en una taza de cristal transparente. Una señora al final de la barra mira con asombro mi taza. Le pego un trago. La señora me ve como si fuera el primer junkie de su vida. Me alegra. Empiezo a sonreír. Joder lo conseguí...
Al menos fueron dos segundos de sonrisa neta. Luego, un inmenso dolor de estómago me sobrevino. Maldita hamburguesa.
Comentarios
la vejez no existe, es un ficción del espiritu para hacernos la vida imposible. Creánme, es cierto !!!
saludos
La sonrisa navideña cuando la busco suelo encontrarla en los niños: esos seres sin prejuicios, adorables, medio locos y pegajosos.
Grazie Luciana, Gracias. Saludos.
Mariomarch: claro, habla usted con verdad. Es parte de mi ración diaria de alegría. Me alegra que la vejez no exista. Se lo voy a decir a ese par de canas que me acaban de salir en la región occipital. Saludos.
Miss Trudy, si para depres vamos, te aconsejo algo: el año pasado estaba en el fonde de una. Y en navidad compré la colección de películas de Clint Eastwood y las vi. Me hizo feliz. Cuando comenzó la cohetería pensé que era Clint que me había llegado a traer con mi caballo y huimos forajidos. Entonces me dormí.
EEEE Me alegra que le haya gustado Vania. Gracias por Millás. Me hizo recordar tanto. Besos.
Goathemala, no lo va usted a creer, pero era un Fraijanes el que estaba tomando. Hay una finca en el pico de una montaña de esa región que cultiva el café de mi espresso. Una maravilla. Un deleite, una droga al fin. Abrazo para usted, extraordinario fotógrafo.
Vale, David, mucho. Un abrazo.
saludos, ruben blades suena entre los escritorios de la oficina, donde robo interné.
Y bueeeee, yo siempre he pensado que la felicidad no es un lugar, sino un medio de locomoción. A mí me pareces un hombre feliz.
;o)
¿Qué tal tu litio?
Besos recalcitrantemente europeos y decadentes