Humedad
La segunda gota de sudor que corrió por mi frente se topó con el dique de mis gafas. Me las quité secando el líquido y limpiando las huellas impresas. La humedad ebulliendo desde el piso de concreto chocando contra mi rostro. Los días han estado pegajosos, macilentos por la pereza. Así que decidí pasar por un trago. Y mientras estaba en la barra, inevitablemente quise fumar. Pero no puedes fumar adentro y si sales, es para encender el cigarro con este sol que arde. Ni siquiera las gafas oscuras me salvan esta vez. Así que me limité a sorber la cerveza de la botella verde.
Sólo recuerdo una temporada tan calurosa como ésta. Habrá sido hace unos cinco años. Yo tenía una novia. Más bien ella me tuvo a mí. La veía en su casa. Eramos los amantes perfectos, ella y yo. Todo se basaba en principios simples: no hacíamos preguntas y no dejábamos sitio para el asco ni la pena. Así que recorrí cada sitio suyo sin ningún obstáculo, como ella lo hizo conmigo. Aún más en los días de calor. Sudábamos y cogíamos todo el día, hasta que oscurecía. Entonces salíamos a buscarnos una vida juntos.
Supuse que éramos felices. Hasta que conocí a su otro amante. Pero no pude dejar de hacerle el amor ocasionalmente. Lo hacíamos tan bien, carajo. Un día hizo tanto calor como ahora. Y fui a buscarla. Ella me hizo pasar a su casa sabiendo que íbamos a hacerlo. De nuevo. Así que no necesitamos decir mucho para terminar en la cama. Entre sus sábanas perfumadas con su olor, el mío y el de él. Esa vez, ella se movió como si nunca lo hubiéramos hecho. Estaba entregada ese día. Y cuando la asaltó el orgasmo, se agitó sacudiendo el cuerpo, apretando los párpados, hasta que tomé su cara con mis manos y la hice verme a los ojos, mientras me sentía dentro. Sus ojos claros y perdidos. Luego se recostó sobre mi pecho. Tenía el pulso aceleradísimo. Le costaba respirar. Yo no había terminado todavía. La dejé recuperarse y luego la coloqué debajo, con las piernas abiertas y los pechos debordándosele por los lados. Sus lunares a la vista. Sus pezones erectos y rosados. La besé. Ella me preguntó cómo quería acabar, pero yo sólo atiné a sonreír. Me acerqué a su oído y le susurré: "guapa, te conozco tan bien, sé como hacerte acabar, tú lo sabes. Así que toma este polvo como un regalo que te hago, uno donde sólo tienes que recibir placer y no dármelo." Entonces me levanté y me vestí. Y no quise buscarla otra vez, porque si cogíamos, no la hubiese podido dejar nunca.
Me terminé la cerveza. No pedí otra. Sólo quise llegar a casa y escribir una nota. Un cuento, algo. Convertirla en un personaje literario y no una posibilidad para pasar los días húmedos.
Sólo recuerdo una temporada tan calurosa como ésta. Habrá sido hace unos cinco años. Yo tenía una novia. Más bien ella me tuvo a mí. La veía en su casa. Eramos los amantes perfectos, ella y yo. Todo se basaba en principios simples: no hacíamos preguntas y no dejábamos sitio para el asco ni la pena. Así que recorrí cada sitio suyo sin ningún obstáculo, como ella lo hizo conmigo. Aún más en los días de calor. Sudábamos y cogíamos todo el día, hasta que oscurecía. Entonces salíamos a buscarnos una vida juntos.
Supuse que éramos felices. Hasta que conocí a su otro amante. Pero no pude dejar de hacerle el amor ocasionalmente. Lo hacíamos tan bien, carajo. Un día hizo tanto calor como ahora. Y fui a buscarla. Ella me hizo pasar a su casa sabiendo que íbamos a hacerlo. De nuevo. Así que no necesitamos decir mucho para terminar en la cama. Entre sus sábanas perfumadas con su olor, el mío y el de él. Esa vez, ella se movió como si nunca lo hubiéramos hecho. Estaba entregada ese día. Y cuando la asaltó el orgasmo, se agitó sacudiendo el cuerpo, apretando los párpados, hasta que tomé su cara con mis manos y la hice verme a los ojos, mientras me sentía dentro. Sus ojos claros y perdidos. Luego se recostó sobre mi pecho. Tenía el pulso aceleradísimo. Le costaba respirar. Yo no había terminado todavía. La dejé recuperarse y luego la coloqué debajo, con las piernas abiertas y los pechos debordándosele por los lados. Sus lunares a la vista. Sus pezones erectos y rosados. La besé. Ella me preguntó cómo quería acabar, pero yo sólo atiné a sonreír. Me acerqué a su oído y le susurré: "guapa, te conozco tan bien, sé como hacerte acabar, tú lo sabes. Así que toma este polvo como un regalo que te hago, uno donde sólo tienes que recibir placer y no dármelo." Entonces me levanté y me vestí. Y no quise buscarla otra vez, porque si cogíamos, no la hubiese podido dejar nunca.
Me terminé la cerveza. No pedí otra. Sólo quise llegar a casa y escribir una nota. Un cuento, algo. Convertirla en un personaje literario y no una posibilidad para pasar los días húmedos.
Comentarios
Abrazos.
Saludos!!
Salud! por ti, por ella y el calor que hace transpirar los cuerpos.
Quedé con la sangre ardiendo.
jajaja
beso, beso, Prado...
voy a beberme un vasito de agua para ver...
Por eso te quiero tanto amigo, por que incesantemente andas buscàndole sentido a la vida, a vivir, a amar, a darte... a no conformarte.
Alguna vez busqué amor en los ojos de alguien en una cama también... alguna vez.
abrazos
si definitivamente excelente narrativa.
me gustan tus historias...
hay los amores y las pasiones jeje
dicen por ahi que tal vez, en algunas despedidas las palabras quedan mejor mudas*
pues si... esperando el momento especial para esa esquina lluviosa.
besosdulces extraño*
Besos habibi. Muchos. -ísimos.
va el abrazo Prado...
Saludos hasta Yucatán entonces, Marina. Versos destacables los tuyos. Saludos.
Saludos también hasta la Comarca Diana.
Memoria e imaginación son hermanas gemelas, cito a Cardoza para explicarme María Andree. Salud.
Salud Mariomarch
Buena onda chapintocables.
Gran imagen la de la Sangre Ardiendo. Lena. Besos a ti.
Conclusión acertada. Prosódica. Mucho. Abrazos.
Gracias Paola.
Se termina porque no sólo de sexo vivo. Eso, Nicté.
Abrazos Maalexandra.
Igual a ti, Crisstina.
El calor me sofoca, disculpen la brevedad.
permiso.
Ya, en serio, maestrísimo, qué bien escribes.
un beso.
Qué difíciles son esas decisiones, qué valientes quienes las llevan a cabo.
Deja, guarda a cartera. Esta cerveza te la pago yo, para celebrar el aniversario de tu decisión.
Beso!
Fijate que he leido como tres veces este post. Lo lei porque alguien me conto que estaba muy bueno... no comente. Regrese otras veces a leerlo, y tampoco comente.
Que caballeroso sos! que lindo regalo le diste ese dia. Posiblemente para un grupo indefinido de mujeres acostumbradas a dar placer, el regalo no reciproco, la devocion, la entrega.. solo para una. Wow que regalo mas lindo.
Saludos.
Y se siente tan bonito.
Aah los hombres, cada dia me sorprenden mas, que bien por ti!