Onetti, el ocio
La almohada, a mi pesar, me ha empezado a resultar incómoda. Llevo dos días echado. Me levanto únicamente para bajar por las escaleras y encaminarme al refrigerador. Luego, tomo las cosas empacadas que están allí envejeciendo lentamente. Debería dormir en un refrigerador. La gente del polo, envejece menos? Cuando tengo hambre meto algunos chorizos en el microondas. Miro hinoptizado como da vueltas el traste y espero hasta que me desee una buena comida. Luego coloco el traste sobre los otros trastes que están en el lavaplatos. Esperando a que deje mi estado onettico. Pero para eso falta mucho. O quizá no. En la puerta del refri hay puestas dos notas con lo que parece ser mi letra. Son dos recordatorios de pagos que vencen el día de hoy. Demonios.
Salgo a la calle y me quedo instantáneamente ciego. El sol brilla a más no poder. Me pongo los anteojos para el sol y salgo, tratando de caminar como si fuese un proxeneta del Bronx. Me gusta el estilo de los proxenetas. Quisiera andar siempre de trajes blancos y púrpuras y ordenarle a la gente que haga cosas con un bastón en cuyo extremo esté incrustrado el diamante que haga recordarle a todos que mando porque tengo dinero. Pero dejo a un lado la fantasía narcisista. Los pagos en el banco me recuerdan mi posición paupérrima. En fin, conduzco.
Hay obscenas filas de autos para entrar a los comercios. Detesto las filas. Y eso supone una tortura en el trópico. Acá para todo se hace fila. Para el médico, para el estadio, para los restaurantes. Hacer fila en un restaurante de comida rápida! vaya si acá tenemos una cultura burocrática. Y la gente en las filas se comporta con ciertos patrones. Estan los que hacen la fila ordenadamente, según el tiempo de arrivo. Están los que se quieren meter a la fuerza. Están los que hace la fila callados, están los que hablan, están. Están todos en la fila. Cuando llego finalmente al banco falta sólo una hora para que lo cierren. Y la fila es de cuarenta y cinco personas afuera del banco, según contó la hija de la señora que va atrás de mí. Dentro, habrá otras cuarenta y cinco.
Pasan los minutos y la fila no avanza. Los bancos están atestados de gente que quiere cobrar su aguinaldo. Para gastárselo ipso facto si es que no lo han hecho desde hace meses. Yo no quiero cobrar, quiero pagar. Pero debo hacer la fila para ello. La señora de atrás me ha dicho que va a dar una vuelta mientras, que le guarde su lugar. Creo que alguien ha encontrado una utilidad a mi existencia.
La señora ha vuelto con su hija sonriente. Dice que no va a hacer más fila. Que se va a "colar". Es decir que va a atropellar a quien le toque que atropellar, pero que va a entrar. Creo que espera una reacción mía. Algo así como hágalo. O hagámoslo yo los empujo por usted. Que se joda sola. Yo probaré suerte.
Han pasado cincuenta y tres minutos desde que llegué a la fila. Avanzó unos tres metros, de ahí, nada. Faltan siete minutos para que cierren. Estoy seguro que no voy a entrar. Pero permanezco. Soy un masoquista.
Falta un minuto para que cierren y un agente de seguridad sale a abrir la puerta. Yo estoy a escasos diez metros de entrar. La señora que iba detrás de mí, empuja a otras señoras y se mete a la agencia bancaria. Se inicia un desorden. Sale el guardia. Sale otro. El último se parece al negro que llora en el vídeo de Van Zandt. El que menciona Vegas. También quiere llorar.
Una señora bastante más pequeña que los guardias, regordeta y con el pelo bastante corto empieza a gritar. Dice que lleva una hora haciendo fila y que es injusto que no la dejen entrar. Los guardias la empujan para que no logre atravesar la puerta. Ella empieza a patear la vidriera del banco. Llora.
Los guardias bajan la persiana de metal del banco. La gente se empieza a ir. La señora está en crisis.
Es de noche.
Conduzco a casa.
Un tráfico espantoso.
Cuando finalmente llego, voy a la alacena, tomo dos latas de atún, un tenedor, mi botella medio vacía de Jack y subo a la cama.
Tiro la almohada.
Salgo a la calle y me quedo instantáneamente ciego. El sol brilla a más no poder. Me pongo los anteojos para el sol y salgo, tratando de caminar como si fuese un proxeneta del Bronx. Me gusta el estilo de los proxenetas. Quisiera andar siempre de trajes blancos y púrpuras y ordenarle a la gente que haga cosas con un bastón en cuyo extremo esté incrustrado el diamante que haga recordarle a todos que mando porque tengo dinero. Pero dejo a un lado la fantasía narcisista. Los pagos en el banco me recuerdan mi posición paupérrima. En fin, conduzco.
Hay obscenas filas de autos para entrar a los comercios. Detesto las filas. Y eso supone una tortura en el trópico. Acá para todo se hace fila. Para el médico, para el estadio, para los restaurantes. Hacer fila en un restaurante de comida rápida! vaya si acá tenemos una cultura burocrática. Y la gente en las filas se comporta con ciertos patrones. Estan los que hacen la fila ordenadamente, según el tiempo de arrivo. Están los que se quieren meter a la fuerza. Están los que hace la fila callados, están los que hablan, están. Están todos en la fila. Cuando llego finalmente al banco falta sólo una hora para que lo cierren. Y la fila es de cuarenta y cinco personas afuera del banco, según contó la hija de la señora que va atrás de mí. Dentro, habrá otras cuarenta y cinco.
Pasan los minutos y la fila no avanza. Los bancos están atestados de gente que quiere cobrar su aguinaldo. Para gastárselo ipso facto si es que no lo han hecho desde hace meses. Yo no quiero cobrar, quiero pagar. Pero debo hacer la fila para ello. La señora de atrás me ha dicho que va a dar una vuelta mientras, que le guarde su lugar. Creo que alguien ha encontrado una utilidad a mi existencia.
La señora ha vuelto con su hija sonriente. Dice que no va a hacer más fila. Que se va a "colar". Es decir que va a atropellar a quien le toque que atropellar, pero que va a entrar. Creo que espera una reacción mía. Algo así como hágalo. O hagámoslo yo los empujo por usted. Que se joda sola. Yo probaré suerte.
Han pasado cincuenta y tres minutos desde que llegué a la fila. Avanzó unos tres metros, de ahí, nada. Faltan siete minutos para que cierren. Estoy seguro que no voy a entrar. Pero permanezco. Soy un masoquista.
Falta un minuto para que cierren y un agente de seguridad sale a abrir la puerta. Yo estoy a escasos diez metros de entrar. La señora que iba detrás de mí, empuja a otras señoras y se mete a la agencia bancaria. Se inicia un desorden. Sale el guardia. Sale otro. El último se parece al negro que llora en el vídeo de Van Zandt. El que menciona Vegas. También quiere llorar.
Una señora bastante más pequeña que los guardias, regordeta y con el pelo bastante corto empieza a gritar. Dice que lleva una hora haciendo fila y que es injusto que no la dejen entrar. Los guardias la empujan para que no logre atravesar la puerta. Ella empieza a patear la vidriera del banco. Llora.
Los guardias bajan la persiana de metal del banco. La gente se empieza a ir. La señora está en crisis.
Es de noche.
Conduzco a casa.
Un tráfico espantoso.
Cuando finalmente llego, voy a la alacena, tomo dos latas de atún, un tenedor, mi botella medio vacía de Jack y subo a la cama.
Tiro la almohada.
Comentarios
Saludos
Me has hecho recordar cosas que dejé atrás hace mucho.
Y Onetti, sí.
En Guatemala, en tus ojos.
Y en la calle Zurbano, en Madrid, bogando en su cama, mirando el techo...
Seguramente también tiró la almohada.
Indicio único de vida dentro de tanta muerte.
Un beso fuerte!
Menos mal que queda atun, el mejor amigo del hombre. A esto le llamaría un circunspecto:
Vivir al atún tun.
Alimentarse asi no se si le conducirá al estado Onetti, pero al médico seguro que si.
Beba un jack a mi salud ( yo no puedo, y no me gusta mucho), pero no se pase aunque vengas las fiestas.Besos
anamorgana
Me sonó tan familiar eso de pagar las cuentas vencidas...
Saludos Prado!
Creo que estoy cayendo lentamente al mismo estado que _Ud. ....
Excelente el texto, me encanto.
Salú por eso.
PD.Ahora que me acuerdo tengo, en mi blog, un texto relacionado con algo parecido a un convivio.
Saludos
fijate que pensé que los mexicanos eramos los unicos que teniamos esa caracteristica: dejar todo para el ultimo momento...jajaja pero veo que no estamos solos!!
Aunque hay algo que me quedó la duda: porque lloraba la viejita.? bueno, obvio que no le preguntaste, pero ps podria volver al dia siguiente a horas convenientes como dice Abril. o a poco son tan exagerados los intereses cuando no haces un pago el mero dia?? vaya que dá coraje.
Odio las filas, es patético!
No es que tenga tantos pagos, es el modus-vivendi-operandi.
Añoro el ocio, aunque tiende a deprimirme, en la actividad que decidi efectuar, no hay vacaciones largas, no sé si para bien o para mal.
Así que me ofrezco a hacer tus pagos bancarios por la módica cuota de un escrito semanal, haré el sacrificio por tus ávidos lectores.
Feliz descanso y que el otro año sea mejor que éste, está fácil.
Este tu texto es típico navideño chapín, caos total. Excelente, adelante.
Me encantó esto de finalmente encontrar la utilidad de tu existencia en una cola, genial!
A mí las colas y los viajes en colectivo (urbanos, buses, bondis), especialmente cuando se viaja bobinamente hacinado y bamboleante, me resultan interesantes (no por eso edificantes). Es como formar parte de un zoológico humano. Cada tanto hay que someterse a esas experiencias para no perder de vista quiénes sómos y cómo estamos.
Como digo siempre, todo suma, y a quienes escribimos, más aún!
Cariños!
Igual, soy mera masoquista con los bancos, no come uno en este país si no es así.
Anas desaparecidote Aviador, espero que sea la pura parranda. Invitá hombre!!. Abrazotes
abrazos
Saludos.