antesala
Mientras ingresaba a la clínica, estuve a punto de arrepentirme. Buscaba al doctor Umaña para averiguar si Eva, realmente había abortado un hijo mío, y si él realmente había atendido ese procedimiento. La enfermera que vigilaba el escritorio de la recepción, al verme ingresar y luego acercarme, se permitió hacer una observación en voz alta: el doctor no atiende hombres. Sentí que estaba tomándome por un tonto. Anotó mis apellidos en la lista de espera solamente después de haberle dado una extensa y falsísima explicación del por qué estaba yo, un hombre, solicitando al punto de la exigencia una cita con un ginecólogo y obstetra. Dije que éramos amigos de la niñez, entre otras cosas y que quería consultarle ciertas cuestiones para una reportaje sobre los nacimientos prematuros. Y mostré mi credencial de prensa mientras rogaba a mi suerte que no examinara el documento. Hacía cuatro años había dejado de trabajar para ese periódico. Y la tipa, excesivamente maquillada y engañada por este servidor, me mando a sentar, junto a las otras personas sin quitarme un segundo la vista de encima. Incluso cuando llamaba al doctor por el teléfono, me miraba como si llevase ocho granadas y un fusil bajo la camisa. Cuando colgó el teléfono, tomó su labial y repasó el brillante rojo en su boca. Parecía como si intentase dar un tono circense a la escena.
Tomé asiento junto a las demás personas. Eran mujeres casi todas, embarazadas muchas, acompañadas algunas de sus maridos. Todo el mundo parecía feliz. Excepto yo, por supuesto, y otros dos tipos que llevaban consigo unas gigantescas maletas de cuero. Para distraerme, agarré una de las revistas que estaban sobre la pequeña mesa dispuesta al centro de la sala. Era una revista de medicina. Me dio pereza leerla. A mi lado, uno de los tipos con maleta, me saludó. Sabía que ese era el inicio de una conversación, de las que se dan en las salas de espera. Aburrida, plana, pero útil para pasar el tiempo. Le respondí y luego me preguntó de qué casa farmacéutica venía. De ninguna dije y el exhaló a modo de relajarse. Pensé que era competencia dijo y soltó una sonora carcajada que no tuvo ninguna réplica de mi parte. Evidentemente se trataba de un tonto, de la peor clase: un tonto impertinente. Luego no volví a hablarle. Tomé otra vez la revista y fingí interés. De reojo veía a la enfermera observarme con insistencia. Como si esperara que yo me derrumbara y saliera corriendo. Como diciéndome que no me había creído ni una sola palabra. Como sabiendo que yo estaba allí por Eva.
Pasaron treinta y cinco minutos y yo seguía fingiendo que leía la revista. Lo único que me interesó de ella fue un artículo que detallaba los efectos de un nuevo tipo de anestesia. Por las fiestas, digamos.
Leyendo este artículo estaba, cuando la enfermera se levantó y me llamó por mi apellido, avisándome que el doctor estaba esperándome. Dejé la revista y entré a su consultorio. El doctor era muy distinto a lo que yo pensaba. Lo imaginé viejo y con una bata amarillenta; y era todo lo contrario: joven, casi de mi edad, con un traje impecable. Un tipo de esos que disfrutan restregándote su éxito por la cara.
Tomé asiento y con la disfonía que me causó la gripe, hice un esfuerzo proverbial por explicar de la manera más racional y sucinta el por qué estaba allí. Es decir, el embarazo, Eva, mi terrible situación de incertidumbre y el aborto. El doctor me miraba fijamente, como si estuviese buscando la explicación médica de mis rasgos físicos. Me sentía como un animal raro desde el momento en que pisé la clínica. Y estaba sobrio, por dios que sí. Le enseñé incluso la nota de Eva, donde hablaba de nuestro supuesto hijo y del adiós. Esa nota escrita sobre una factura suya. Cuando terminé de explicar la situación, el doctor abrió la gaveta de su escritorio y sacó una fotografía. Era una foto de Eva y de él. Y luego me explicó que conoció a Eva porque era paciente de un colega con quien compartió consultorio y que la había invitado a salir. Habían sido amantes, dijo y que ella había ocultado por completo mi existencia. Que nunca había atendido a Eva como médico sino sólo como hombre (esto último provocó que le viera con lástima, igual a Eva, eran tan vulgares) y que jamás había realizado un aborto. Que esa era efectivamente una factura suya, pero que debía haberla extendido por cualquier otro motivo. Vaya, que todo lo de Eva era una mentira, una estratagema para destruirme por completo y de paso también a él, que al final de cuentas era la víctima de la situación, porque todavía la amaba. Que incluso antes de mi visita, tenía planes de ir a buscarla a Frankfurt. En este punto de confesiones, no quise contarle que nuestra Eva, ya tenía a Lotar, mucho menos teniendo noticia de las connotaciones de semental que implica el sustantivo.
Era una situación incómoda y para salir de ella por la vía más fácil el doctor me ofreció ir por unos tragos luego de que terminara con las pacientes. Pero no acepté. Me excusé con la recién pasada gripe. Así que me fui de allí estrechando la mano del hombre con el que compartí a Eva. Eso, sin tener la más mínima idea de nuestra situación de bígamos.
Al salir de la clínica me di cuenta que afuera, el clima estaba radiante. El cielo azul profundo y el viento fresco. Encendí un cigarro. Un cigarro cubano que la misma Eva había dejado en casa la última vez que estuvo allí. Y sonreí. Jamás nadie se había tomado tantas molestias para conmigo.
Y supe que no me equivoqué cuando dije que tras los ojos de Eva había una mente criminal, disfrazada de venus. Los tacones, los escotes, los cigarros. Las noches de bar en bar. El hotel, los hoteles! , la ficción. Oh, la ficción...
Y en el reporte de hoy debo decir que estoy herido. Pero que ésta, sencillamente es una herida de fácil curación. De cicatrización rápida. Tan rápida, tan veloz, como decir adiós.
Adiós Eva.
Tomé asiento junto a las demás personas. Eran mujeres casi todas, embarazadas muchas, acompañadas algunas de sus maridos. Todo el mundo parecía feliz. Excepto yo, por supuesto, y otros dos tipos que llevaban consigo unas gigantescas maletas de cuero. Para distraerme, agarré una de las revistas que estaban sobre la pequeña mesa dispuesta al centro de la sala. Era una revista de medicina. Me dio pereza leerla. A mi lado, uno de los tipos con maleta, me saludó. Sabía que ese era el inicio de una conversación, de las que se dan en las salas de espera. Aburrida, plana, pero útil para pasar el tiempo. Le respondí y luego me preguntó de qué casa farmacéutica venía. De ninguna dije y el exhaló a modo de relajarse. Pensé que era competencia dijo y soltó una sonora carcajada que no tuvo ninguna réplica de mi parte. Evidentemente se trataba de un tonto, de la peor clase: un tonto impertinente. Luego no volví a hablarle. Tomé otra vez la revista y fingí interés. De reojo veía a la enfermera observarme con insistencia. Como si esperara que yo me derrumbara y saliera corriendo. Como diciéndome que no me había creído ni una sola palabra. Como sabiendo que yo estaba allí por Eva.
Pasaron treinta y cinco minutos y yo seguía fingiendo que leía la revista. Lo único que me interesó de ella fue un artículo que detallaba los efectos de un nuevo tipo de anestesia. Por las fiestas, digamos.
Leyendo este artículo estaba, cuando la enfermera se levantó y me llamó por mi apellido, avisándome que el doctor estaba esperándome. Dejé la revista y entré a su consultorio. El doctor era muy distinto a lo que yo pensaba. Lo imaginé viejo y con una bata amarillenta; y era todo lo contrario: joven, casi de mi edad, con un traje impecable. Un tipo de esos que disfrutan restregándote su éxito por la cara.
Tomé asiento y con la disfonía que me causó la gripe, hice un esfuerzo proverbial por explicar de la manera más racional y sucinta el por qué estaba allí. Es decir, el embarazo, Eva, mi terrible situación de incertidumbre y el aborto. El doctor me miraba fijamente, como si estuviese buscando la explicación médica de mis rasgos físicos. Me sentía como un animal raro desde el momento en que pisé la clínica. Y estaba sobrio, por dios que sí. Le enseñé incluso la nota de Eva, donde hablaba de nuestro supuesto hijo y del adiós. Esa nota escrita sobre una factura suya. Cuando terminé de explicar la situación, el doctor abrió la gaveta de su escritorio y sacó una fotografía. Era una foto de Eva y de él. Y luego me explicó que conoció a Eva porque era paciente de un colega con quien compartió consultorio y que la había invitado a salir. Habían sido amantes, dijo y que ella había ocultado por completo mi existencia. Que nunca había atendido a Eva como médico sino sólo como hombre (esto último provocó que le viera con lástima, igual a Eva, eran tan vulgares) y que jamás había realizado un aborto. Que esa era efectivamente una factura suya, pero que debía haberla extendido por cualquier otro motivo. Vaya, que todo lo de Eva era una mentira, una estratagema para destruirme por completo y de paso también a él, que al final de cuentas era la víctima de la situación, porque todavía la amaba. Que incluso antes de mi visita, tenía planes de ir a buscarla a Frankfurt. En este punto de confesiones, no quise contarle que nuestra Eva, ya tenía a Lotar, mucho menos teniendo noticia de las connotaciones de semental que implica el sustantivo.
Era una situación incómoda y para salir de ella por la vía más fácil el doctor me ofreció ir por unos tragos luego de que terminara con las pacientes. Pero no acepté. Me excusé con la recién pasada gripe. Así que me fui de allí estrechando la mano del hombre con el que compartí a Eva. Eso, sin tener la más mínima idea de nuestra situación de bígamos.
Al salir de la clínica me di cuenta que afuera, el clima estaba radiante. El cielo azul profundo y el viento fresco. Encendí un cigarro. Un cigarro cubano que la misma Eva había dejado en casa la última vez que estuvo allí. Y sonreí. Jamás nadie se había tomado tantas molestias para conmigo.
Y supe que no me equivoqué cuando dije que tras los ojos de Eva había una mente criminal, disfrazada de venus. Los tacones, los escotes, los cigarros. Las noches de bar en bar. El hotel, los hoteles! , la ficción. Oh, la ficción...
Y en el reporte de hoy debo decir que estoy herido. Pero que ésta, sencillamente es una herida de fácil curación. De cicatrización rápida. Tan rápida, tan veloz, como decir adiós.
Adiós Eva.
Comentarios
Es cierto que en salas de espera se dan conversaciones tan lineales, tan superfluas que aburren pero bien que ayudan a "matar" tiempo. Segundo que niña esta la Eva, y mira que muchas las hay asi, pero afortunadamente son mas las que apuestan por ser sinceras.
Otro punto que bien que optes por dejar pasar la pagina, por tener en cuenta que esta herida sanara rapido, y luego tendras la disposicon a seguir.
En la vida esa creo, debe ser la postura, dejar el pasado atras, saber llorarlo y superarlo, y solo tomar de el, las experiencias aleccionadoras que nos deja.
saludos brother, y abrazo fraterno...
por cierto, repito, creo heberlo dicho ya, la foto principal esta del "carajO", es decir, en la traduccion venezolana (jejejeje) esta muy buena
Recuerdo que mi profesor de ecologia decia: ''hasta no tyener una relacion, es en si, una relacion''
El medico y 'tu' no tienen una relacion, pero si la tienen,y creo que una de las mas peligrosas-por la carga emotiva que conlleva- copartir un amor, aunque parezca una relacion de iguales dificilmente lo sera, ya que no hay dos relacione siguales (ni aun manteniendo la constante que es eva)
Alguno podra decir: 'pero a mi si me amo'
eso puede serr un buen consuelo.
Alguno podra decir: Pero yo ya no la amo.
eso puede ser un buen remedio
Besos triangulares
A
te invito a participar con tu blog en mi blog directorio,te conocerán un poco mas
http://aquiestatublog.blogspot.com
pásate y deja tu blog en el libro de visitas,y mira algo de publi,eso valora mi trabajo
invito a los blog que me parecen interesantes,si consideras que esto es spam te pido perdón
Saludos, es un gusto leerte escribes genial.
Abrazos partidos, porque sì.
- saborear finalmente la dulce sensación de conocer toda la verdad, a pesar de haber caído en el juego de Eva
- O planear una venganza contra ella, fríamente, sin pasiones, sólo con la serenidad que nos da el orgullo herido a través de la distancia.
Sea lo que sea, espero el desenlace de esta historia que, de manera tan sublime has decidido compartir.
Un saludo
Genial la historia, genial... nos tiene a todos en ascuas la famosa Eva. Temo encontrar alguna nota de la pérfida entre mis papeles... quién dice que no suceda ¿qué es la verdad después de todo Sr. Prado?
Abrazo enorme!!!
La mente criminal de la gente que uno cree conocer es sorprendente, espero pues que las ideas sean claras, sea cual sea la reacción a tomar.
El amor es una herida que tarda mucho en curar, Prado, amigo. Sólo los que no aman , o han aprendido, pueden olvidar.
Pero el amor, como el pecho de una madre, es la primera lección de la Vida, imposible de olvidar. Otras lecciones se aprenderán , pero la de una madre, esa no olvidarás.
Un fuerte abrazo.
saluitos
Rebeka
saty : )
No me trague el final......algo no cuadra jajajaj. Pero igual, "adios Eva" fue lo mejor que pudiste haber dicho.
Adios Eva..
Muy lindo, Cariños
Sra A: ha estado ud. de lo más iluminadora. Se lo agradezco infinitamente!besos, como quiera, le mando.
Sr. Goloviarte: gracias por la invitación. salúdole cordialmente. si es spam perdóneme ud.
Sr. Dilema: gracias muchas por su comentario. visítole de inmediato. Saludos.
Srta Vesania: Creo que habrá más de Eva. No puede uno medir los límites de la maldad de una mujer cuando quiere hacer daño. Ud. lo explicó de maravilla.
Sra. Baker: ya ve las mentiras que uno tiene que inventarse para sobrevivir. si le contara yo las otras... se le quiere abundante por este blog!
Sra. Suburbana: ha dicho ud. lo correcto. incluso para situaciones de retraso o preguntas mafaldisticas. sabe ud. a la perfección a qué me refiero. Reciba de mi un saludo y un beso. Que un abrazo no basta en los momentos de apremio. O bien, nunca sobra un beso.
Srta Xanela: es una verdad muy amarga, la que ud. pide disfrutar. Pero tiene ud. razón. Lo agridulce es delicioso. Sobre todo, porque es mucho mejor que planear venganzas. Ya no quedan muchos ánimos para eso. Salúdole afectuosamente, colega.
Sra. Quillén: No me la presentó nadie. Yo mismo tomé la iniciativa de hablarle. Si le contara dónde la encontré y haciendo qué!! entendería un poco a este servidor, que le quiere y le manda un abrazo fraternal.
Sr. Pasajero: Ha citado ud a los clásicos! está claro: no haré absolutamente nada. Ud. qué haría en milugar?
Sra Sarah: Canta ud. no escribe. Y su canción abiertos mis oídos encontró y en ellos resonó. Sabios consejos los suyos. No serán del vacío le prometo eso. Abrazo para ud. también.
Srta Rebeka: Ah, el querido Charly. Imagino que ud. le fue a ver a la Antigua. Si lo hizo le envidio. Si no lo hizo, la entiendo. Yo tampoco pude ir. Oh Fortuna, verits Luna...
srta Sátira: con la misma sorpresa me lo tomé yo!que fluya todo, no importa. En serio! gracias por venir, siempre. Es su casa, lo sabe bien.
srta. Alchemist: recibí el saludo. en seguida lo atiendo.
Sra Prosódica: espero ud. no vaya donde el mismo galeno, mal bromista él, terrible situación. En cuanto al final, no sé, a mí tampoco me pareció del todo, pero fue lo que salió.Que hubiera hecho ud. en mi lugar? aconséjeme, por favor...
Sra. Cecy: me alegra mucho que le gustara. le mando muchos cariños también
Quizá solo sonreir de saber la verdad.
tenia tiempo de no pasar por acá como te había dicho, uuuu..vi el link... gracias y, ammm es un contraste raro el como me contaste la historia de Eva, y como derepente se te sale el "nel" y el "simon"...
abrazos
Pero mirá que esa Eva, si que se merece un premio, por regalarnos este relato.
Adios Julio .. ves "easy"
Un saludo.
besos
anamorgana
Besos
Sr Passanger: La vida se encargará. O al menos eso me gusta pensar. Soy un corrupto moral?
Srta. Nucitah: qué más podría decir en la derrota? siento que el mundo entero está sobre mí ahora. Debo acaso ir a buscarla? un abrazo.
Sra Filistea: veo que entre ud. y yo hay un entendimiento. Y que sabe ud. lo fácil que es ser independiente de los otros. Nihilismo. joder. a veces no entiende nadie esta posición.
Sr. Isaac: Frankfurt no es un destino por el momento. Aunque debería serlo. Quisiera decirle adiós en sus narices. Y después emborracharme en las esquinas más ilustradas de por allí. Pero eso sólo es un deseo.
Sra. Anamorgana: qué bien me hace saber de ud. Bienvenida. me alegra muchísmo que le haya gustado. besos.
Srita Fascist: haga con mi texto lo que le plazca. al final es suyo y de los que me leen. besos.
la verdad que agradables imagenes colocas en tu portada.....
Me gusta mucho su forma de contar