Diversión in absentia. Test No. 1
Horacio es un salvaje. Uno de esos tipos que sin tu permiso, llegan a estar sobre la pieza fundamental de tu vida, ni te enteres nunca por qué les permites permanecer. Mientras yo disertaba las particularidades de la guerra que se libra en las calles entre criminales y no criminales, de sus migraciones, sus trincheras, Horacio insistía en un tema bastante disímil: mencionaba intermitentemente el nombre de un prostíbulo que frecuenta. Acto seguido, extendió una invitación, que según él, “no aceptaba un no por respuesta”. Quería que yo también fuera al sitio. Pensaba que era tiempo de salir a conocer el mundo.
Acepté. Quería conocer el mundo de Horacio. Así que nos lanzamos hacia el lugar y tal como lo prometió, las mujeres que lo atendían eran nocivamente hermosas. Para no perdernos ni un detalle de la acción, nos apostamos a un lado del escenario, como dos adolescentes legos en el sexo. De inmediato salió a bailar la más voluptuosa de todas las meretrices, contoneándose de maneras imposibles; mostrando, por qué no, los dotes que la genética y la ciencia le habían concedido. Horacio me sonreía agitando su vaso, provocando el choque de los hielos contra el cristal. Esto, amigo mío, mata toda filosofía de autodestrucción, dijo y se colocó el cigarro en la boca para tomar con sus dos manos los abundantes muslos de Chantal, la bailarina, encajándola sobre sus piernas. Y mientras Chantal se dejaba querer, yo, que todo lo razono, viendo a Horacio buscar desesperadamente una cura para mi incapacidad de diversión, pensé, a lo mejor como producto de esa misma limitante, que el maldito lugar estaba lleno de idiotas que habían perdido por completo la fe en sus propias habilidades de conquista, y que absolutamente derrotados se arrastraban hasta este sitio —ahora viene la peor parte— con el propósito de alquilarse una vagina para masturbarse.
Y se lo dije a Horacio.
Supongo que tenían razón quienes afirmaron que soy incapaz de divertirme, dije, mientras cerraba la puerta de casa dejando a Horacio fuera, con esa expresión de desilusión que me resulta tan familiar. Empezaba a digerir el hecho de no verme más cuando se despidió. Una vez dentro, encendí el ordenador para tratar de explicar en un texto la idea de la guerra. Y de los prostíbulos. Pero tampoco pude escribir. Sólo conseguí permitirme salir al balcón a ver pasar la noche. Es decir, a vigilar las calles vacías, el resplandor naranja-sepia que mancha las nubes y las rutas de las ambulancias con sirena abierta. No pensaba en nada serio. Sólo una cosa ocupaba mi mente: la manera tan precipitadamente hermosa con la que abres mi puerta.
Y te juro que en ese momento me senté a ver la puerta. Y que también crucé los dedos.
Acepté. Quería conocer el mundo de Horacio. Así que nos lanzamos hacia el lugar y tal como lo prometió, las mujeres que lo atendían eran nocivamente hermosas. Para no perdernos ni un detalle de la acción, nos apostamos a un lado del escenario, como dos adolescentes legos en el sexo. De inmediato salió a bailar la más voluptuosa de todas las meretrices, contoneándose de maneras imposibles; mostrando, por qué no, los dotes que la genética y la ciencia le habían concedido. Horacio me sonreía agitando su vaso, provocando el choque de los hielos contra el cristal. Esto, amigo mío, mata toda filosofía de autodestrucción, dijo y se colocó el cigarro en la boca para tomar con sus dos manos los abundantes muslos de Chantal, la bailarina, encajándola sobre sus piernas. Y mientras Chantal se dejaba querer, yo, que todo lo razono, viendo a Horacio buscar desesperadamente una cura para mi incapacidad de diversión, pensé, a lo mejor como producto de esa misma limitante, que el maldito lugar estaba lleno de idiotas que habían perdido por completo la fe en sus propias habilidades de conquista, y que absolutamente derrotados se arrastraban hasta este sitio —ahora viene la peor parte— con el propósito de alquilarse una vagina para masturbarse.
Y se lo dije a Horacio.
Supongo que tenían razón quienes afirmaron que soy incapaz de divertirme, dije, mientras cerraba la puerta de casa dejando a Horacio fuera, con esa expresión de desilusión que me resulta tan familiar. Empezaba a digerir el hecho de no verme más cuando se despidió. Una vez dentro, encendí el ordenador para tratar de explicar en un texto la idea de la guerra. Y de los prostíbulos. Pero tampoco pude escribir. Sólo conseguí permitirme salir al balcón a ver pasar la noche. Es decir, a vigilar las calles vacías, el resplandor naranja-sepia que mancha las nubes y las rutas de las ambulancias con sirena abierta. No pensaba en nada serio. Sólo una cosa ocupaba mi mente: la manera tan precipitadamente hermosa con la que abres mi puerta.
Y te juro que en ese momento me senté a ver la puerta. Y que también crucé los dedos.
Comentarios
Que tengas un buen día!!
¿de verdad existe algun hombre que no se divierta en un prostibulo?
la pregunta es en serio, siempre he sido más amiga de los hombresque otra cosa, con lo cual hablaban delante de mi de cualquier cosa por eso la pregunta.
besos
anamorgana
Tu texto, como siempre, fluye. Me gustó lo de "Sólo una cosa ocupaba mi mente: la manera tan precipitadamente hermosa con la que abres mi puerta." El verdadero amor justamente se nutre de eso, de detenerse a admirar los detalles más insignifantes.
Quén es capaz de pagar por sexo cunado sabe que todo es falso , que los gemidos son de mentira, que los abrazos no dan afecto. Es más bello soñar con alguén a quién ams,aunque sólo sea un sueño, porque al menos eso es verdadero.
Felicidades.
En cuanto al mundo de Horacio... Bueno, una cosa es el "amor", buscar a esa persona con la que compartir tu vida, envejecer juntos y otros tópicos semejantes y otra muy diferente buscar simplemente sexo, como un "alivio", "desahogo" o "obtención de placer inmediato". Y supongo que acudir a esos lugares es la forma más rápida, sencilla y directa de obtenerlo.
Un abrazo desde el otro lado del océano.
PD: le doy un cien Prado....
ANAMORGANA: al menos yo no. y eso no me hace precisamente popular, entre los amigos. incluso hay quién no me cree. me da igual. un abrazo.
QUILLÉN: eso: el detalle. lo demás es la suma de los detalles. no te parece?. un abrazo.
NIOBE: tienes una habilidad de síntesis increíble. a eso me refiero. un abrazo.
XANELA: No lo sé, lo del placer rápido. lo que sí sé es que es difícil sentir placer cuando no lo estás dando. al menos para mí. besos.
DILEMA: Gracias. que estés bien.
Salúd, dinero y amor. Gracias por el comentario, ahora estoy de gato en elPeriodico, aytelyu leiter. G
Si fuera hombre las amarìa y las llevarìa directo al teclado, poniendo y sacando detalles. Adquirièndo a pulso los posibles actos nostàlgicos. Sobretodo de las màs decadentes. Esas de cincuenta años que andan con el labial rojo corrido por la cara, con el pelo desordenado y a ropa a medio colocar.
Me gusta tu prado, Prado.
( ¿sabes lo que es un prado acà en Chile?)
Un saludote y yo tampoco creo que los prostíbulos sean tan divertidos. Además la gente se gasta demasiado dinero en ello.
SUBURBANA: a mi las prostitutas y prostitutos me interesan únicamente desde el plano literario. o quizá cinematográfico, y pictórico. vamos como sujeto artístico.
RUY GUKA: un honor, su paso por el blog. Escritor de altísima talla. Su comentario amerita todo un cuento, de los suyos.
Me encantan tus escritos. Tienes una manera muy particular de conducirnos por ellos!!
Un abrazote, Julio.
Besos :)
saty : )
"Can´t buy what i want because is free!!! "(E.V.)
Jaja.
Saludos Julio.
comoe stas?
HAY LUGARES DONDE HAY MUCHO VACÍO, MUCHAS CARENCIAS, MUCHAS INSEGURIDADES.....
Felicidades Julio, un relato muy envolvente.
Me gusta como escribe Vd.
Pienso igual que vos de los tipos (y vaya si no conozco uno por alli que cómo frecuenta y si la pobre traida supiera) que frecuentan estos lugares...exactamente igual que vos. Triste, no?.
Y sabes qué es lo peor?? aunque suene asi shuco vos, que estos tipos cuando les "abre la puerta" pasan por le mismo marco por el que entró el albañil de la construcción vecina, su jefe, su primo, el narco de zacapa y el resto....waj!!..al final se soban con todos esos también.
Muy linda la forma en la que valoras como ella te abre la puerta...eso no tiene precio, por que eso se ganó primero con el corazón.
Abrazos Julio,