clap, clap, dance!
He abierto mi viejo clóset con la esperanza de encontrar algo profundamente aterrador. O impío, como un cadáver. El mío propio por ejemplo, como para tomarlo de la percha de donde cuelga y arroparme con él de una vez por todas. En cambio, sólo he encontrado aquél viejo abrigo que sobró dentro del clóset de mi abuelo y que me regaló un día soleado de marzo. Al salir a la calle, a pesar del terrible frío y el viento, aquella larga noche del cinco de noviembre, no podía dejar de sentir el hedor mezcla de humedad y sudor de mil novecientos cuarenta y ocho que expelía el viejo abrigo verde a cuadros.
Supuse que mi atuendo era adecuado, porque me hacía ver ante los ojos de los connotados ciudadanos, justo como me sentía: fuera de lugar. Ontológicamente anacrónico, para ser más exactos. Y como usualmente lo hago, me desaprehendí de eso que parecía ser la verdad de mi vida y me concentré en los hechos.
Horacio me había invitado a tomar unas cervezas. Así que entré al bar, esperando que las cenizas cayendo de docenas de cigarros no fuesen a prender en llamas el abrigo que aparentaba ser más inflamable que mi propias ganas de desaparecer del mapa.
Aparentemente a salvo, me senté a la mesa con Horacio, quien ya había bebido, como es su costumbre, más de la cuenta. Coloqué el abrigo en el respaldo de la silla y Horacio dispuso no quitarle la vista de encima y darme su repetido discurso del porqué no debo usar ropa de segunda mano. Se fundó en principios éticos y sociales. A Horacio siempre le da por ponerse axiológico cuando está borracho. Pero no lo escuché, realmente no tenía ganas.
Sin detenimiento, me empiné el vaso lleno de cerveza oscura, mientras veía como los labios de Horacio se movían de arriba abajo motivados por algo así como un temblor epiléptico. Todos a mi alrededor hacían lo mismo: parloteaban. Conversaciones vacías. Es como si todos al mismo tiempo hubiésemos perdido el valor de la palabra. Aquella era una situación terrible.
De tal manera que opté por hacer, lo que haría cualquier tipo en estas tristes circunstancias: llevar todo al absurdo y disfrutar.
Le comenté a Horacio mi plan: Sábes, carísimo Horacio, triste compañero de copas? cada vez que estoy jodido anímicamente (tú lo estás siempre, acotó, pero lo ignoré como se ignoran las verdades más soleadas), me imagino que todo el mundo, especialmente los que más daño me hacen, están de pronto en un musical. Y cantan, bailan, en grupos algunos, otros solistas y todo se resuelve de inmediato.
Horacio tenía una risa boba mientras le confesaba mi más íntima salida al infierno sin cordura. Tomó otro trago de su cerveza, dándose unos segundos para dejar la ironía y soltarme su daga: Julio, todos los musicales son gays. Sin ofenderte, pero me parece que tu idea no me resultaría a mí.
Y absolutamente seguro de que el universo entero me es anacrónico, así como de mi incuestionable masculinidad, me imaginé a Horacio bailando charleston mientras entona en do mayor eso de "los musicales pertenecen a una suerte de arte homosexual". Y me reí con ganas y tomé mucha cerveza y luego saqué a bailar a Estela, la prima de la mejor amiga de la novia de Horacio. Y fue así que todos aquellos bailarines y comensales pensaron equivocadamente que yo era un ser normal, mientras lo cantaban a capella sobre las ínfimas mesas del bar.
Supuse que mi atuendo era adecuado, porque me hacía ver ante los ojos de los connotados ciudadanos, justo como me sentía: fuera de lugar. Ontológicamente anacrónico, para ser más exactos. Y como usualmente lo hago, me desaprehendí de eso que parecía ser la verdad de mi vida y me concentré en los hechos.
Horacio me había invitado a tomar unas cervezas. Así que entré al bar, esperando que las cenizas cayendo de docenas de cigarros no fuesen a prender en llamas el abrigo que aparentaba ser más inflamable que mi propias ganas de desaparecer del mapa.
Aparentemente a salvo, me senté a la mesa con Horacio, quien ya había bebido, como es su costumbre, más de la cuenta. Coloqué el abrigo en el respaldo de la silla y Horacio dispuso no quitarle la vista de encima y darme su repetido discurso del porqué no debo usar ropa de segunda mano. Se fundó en principios éticos y sociales. A Horacio siempre le da por ponerse axiológico cuando está borracho. Pero no lo escuché, realmente no tenía ganas.
Sin detenimiento, me empiné el vaso lleno de cerveza oscura, mientras veía como los labios de Horacio se movían de arriba abajo motivados por algo así como un temblor epiléptico. Todos a mi alrededor hacían lo mismo: parloteaban. Conversaciones vacías. Es como si todos al mismo tiempo hubiésemos perdido el valor de la palabra. Aquella era una situación terrible.
De tal manera que opté por hacer, lo que haría cualquier tipo en estas tristes circunstancias: llevar todo al absurdo y disfrutar.
Le comenté a Horacio mi plan: Sábes, carísimo Horacio, triste compañero de copas? cada vez que estoy jodido anímicamente (tú lo estás siempre, acotó, pero lo ignoré como se ignoran las verdades más soleadas), me imagino que todo el mundo, especialmente los que más daño me hacen, están de pronto en un musical. Y cantan, bailan, en grupos algunos, otros solistas y todo se resuelve de inmediato.
Horacio tenía una risa boba mientras le confesaba mi más íntima salida al infierno sin cordura. Tomó otro trago de su cerveza, dándose unos segundos para dejar la ironía y soltarme su daga: Julio, todos los musicales son gays. Sin ofenderte, pero me parece que tu idea no me resultaría a mí.
Y absolutamente seguro de que el universo entero me es anacrónico, así como de mi incuestionable masculinidad, me imaginé a Horacio bailando charleston mientras entona en do mayor eso de "los musicales pertenecen a una suerte de arte homosexual". Y me reí con ganas y tomé mucha cerveza y luego saqué a bailar a Estela, la prima de la mejor amiga de la novia de Horacio. Y fue así que todos aquellos bailarines y comensales pensaron equivocadamente que yo era un ser normal, mientras lo cantaban a capella sobre las ínfimas mesas del bar.
Comentarios
(y retorcida....por eso debe ser tan buena...imaginar a los otros en un musical....)
Tengo alguien perfecto para el papel que le adjudicaste a tu amigo.
La imagen del cadáver propio como abrigo es fantástica.
Pendientes de las cañas, Prado.
Un abrazo y dos besos.
Estoy absolutamente perdida. tanto que a penas puedo entender lo que leo y escribo.
El Fin del mundo te manda un abrazo
¿Quién Horacio?
o debería decir más bien qué suerte para él!
Besos, señor.
Besos
un besazo
Y le ponen pausa cuando piden otra (cerveza y/o copa) y luego vuelen a empezar en el mismo punto.
Espero que al menos hayas podido llevar de regreso tu abrigo.
Saludos!
Horacio todos, todos Horacio, mis tropical fools, señora L. Así de sencillo.
El abismo soy yo en todo caso, señora B. Me agrada pensarlo así. Me vuelvo jodidamente peligroso. Ja!
Respetabilísima Vesania, he calificado sin más esta enfermedad como una pandemia. Demonios, casi muero por ella. Vacunadse por favor.
elisa, lo siento, pero es lo que hay ahora, que hace frío y un sol radiante.
abril, despreocúpese, que el abrigo llegó sano y salvo. yo no.
dilema: llama ud. a mi historia otoñal?
quillen, da muestras usted de haber visto la pandemia: quién nos salva ahora?
bienvenida entonces, Andrea.
Queridísimas lectoras y estimado Sr. Dilema: atentamente me dirijo a ustedes ahora que la historia cambia su curso desde el nórdico país americano, para informarles de mi más puro agradecimiento por su lectura. Sin duda, generosos seres son y serán recompensados. Abrazos.
Brincando de uno a otro blog he llegado aqui...
Me ha resultado interesante su lectura, asi que continuo leyendo, solo deseaba saludar, ya que entre tus lectores he encontrado uno que otro amigo y lector mio!
Bendita red que nos une!
Saludos
desde Gómez Palacio, Durango, México!
Diana
pero salen muchos fantasmas y duendes...
saludos!
Un buen sistema el suyo; lo definiría como : Si no estás con fuerzas de huir de una realidad determinada, ríete de ella. Al menos sacará algo positivo.
anamorgana
Sólo espero que el Aqua di Gío, siga siendo tan poderosa aún en mis cenizas!
Abrazos Buffalenses!
En serio existe??' Hay alguien en este caótico mundo que pueda colgarse ese apelativo???
Lo dudo, pero en el caso de que conozcas a alguien así... no me lo presentes, son demasiados años como para que se me rompan todos los esquemas.
Un saludo
Guera,
Maalexandra,
Antón, anacrónico como su servidor,
Anamorgana,
la bien extrañada filistea,
y
Xanela
saludos anormales.
Yo también estoy cansada de preocuparme inconscientemente que los demás me vean "ser feliz y normal"
bah!...
...me dió tristeza ese bailecito que contaste. Y siento algo parecido todos los días cuando vivo y bailo con la vida. ( de vivir)
Debiera probar con escenas de circo, a mi suele funcionarme.
abrazos
Me convertiré en una visitante pesada,felicidades!