31M La fiesta que no tuvimos
Mi familia grabó unos vídeos cortos diciéndole feliz cumpleaños
a mi hijo y se los estoy enviando desde la mañana a su celular. Hoy
cumple catorce, en medio de esta cuarentena que nos truncó la fiesta. Los
recibe contento, a falta de poder vernos.
Hace catorce años, lo recuerdo muy bien, era viernes y el
día más caluros del año. Con la mamá de Santiago fuimos al médico a una cita de
rutina, era el octavo mes de embarazo. El doctor nos dijo que el parto había iniciado
y que nos daba tiempo aún de ir a casa, traer la maleta e ir al hospital. Así
que recorrimos media ciudad para cumplir con el plan.
Sabía que a partir de ese último viaje toda mi vida iba a
cambiar. Lo que no sabía era cuánto. Ni lo bien que me haría. Jamás imaginé
tanto amor, ni que ser padre también me terminara dando tanto sentido a la
vida de bala perdida que llevaba.
Recuerdo bien que aquél sábado siguiente me levanté y fui a
desayunar al restaurante del hospital. Vi los periódicos, y en aquél silencio supe que ese era el inicio del resto de mi vida con Santiago.
Se llama así por
el apóstol y por la ciudad al norte de España. Lo llamamos así porque para mí
un hijo es una peregrinación que hago todos los días hacia Dios.
Catorce años hace de aquella mañana. Un suspiro. Ni el hospital
ni la ciudad son la misma. Cafés donde fui feliz fueron demolidos, restaurantes
donde besé por primera vez, cines donde me conmoví con una película han dejado
de existir.
Estoy seguro que cuando salgamos de esta, porque habremos de
salir, la ciudad será otra. Indudablemente. El tamaño de la herida no lo conocemos,
porque a penas se empieza a abrir. Comenzarán los lugares a cerrar con la
grave crisis que se avizora. Entonces veremos cuánto la ciudad se tiende a
distanciar de la memoria.
Es un organismo vivo en constante mutación. Eso nos deja con
un constante sentimiento de pérdida, pero también con el poder de influir en la
fuerza que la amolda. Hoy son las tardes silenciosas, tarde o temprano volverán
las caóticas filas del tránsito a ampollar las esquinas.
Y esta ciudad, en la
que hoy escribo esta nota ya no será la misma, como tampoco yo. Lo único constante,
al final de todo, es el amor que sigo teniendo. Por mi hijo, por mi esposa, por
mi familia, por mis amigos. Es el agua fluyendo en este río que no termina de abrir brecha
hasta el mar, que nos espera de vuelta.
Comentarios
Brindo por ese cumpleaños.
Besos de otra ochomesina